Los vientos de la ultraderecha soplan fuerte en una Latinoamérica bajo el yugo de Trump

Por el sur y por el norte vienen los vientos de la muerte”. Esta es la frase con la que Gustavo Petro, el primer presidente de izquierdas de Colombia, reaccionó este domingo al triunfo de José Antonio Kast en Chile, el jefe de Estado más ultraconservador desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). “Vienen por nosotros y debemos resistir con la espada de Bolívar en alto y paso de vencedores”, agregó el exguerrillero en su cuenta de X, en clara alusión a la ola de nuevos Gobiernos de derecha y ultraderecha que avanza en Latinoamérica.

Unos vientos que soplan quizá con más ahínco desde la parte de arriba del mapa. En lo alto de la cúspide derechista americana, Donald Trump juega al ajedrez y despliega a pierna suelta su política intervencionista, ya sea vía militar, económica o dialéctica, para favorecer a los líderes conservadores en el popularmente llamado “patio trasero” estadounidense. América, véase Estados Unidos, para los americanos.

En su ‘tuit’, Petro, enemigo declarado del otrora magnate, reposteaba, ni más ni menos, que un mapa publicado por Javier Milei, máximo exponente de la nueva ultraderecha regional. En esa imagen, el presidente argentino muestra un mapa de Sudamérica en la que seis países están coloreados de azul (además del suyo, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay y Chile) y siete de rojo (Brasil, Uruguay, Venezuela, Colombia, Guyana y Guayana Francesa y Surinam), y que acompaña de un triunfalista mensaje: “La izquierda retrocede, la libertad avanza”.

Un mapa teñido de azul

El mapa que enorgullece al argentino, fiel admirador de Trump, nada tiene que ver con el de hace, por ejemplo, 10 años. Con excepciones como Colombia y Paraguay, donde mandaban Gobiernos conservadores, los principales países estaban sustentados por Ejecutivos de izquierda. En Argentina gobernaba la peronista Cristina Fernández de Kirchner y en Chile la socialista Michelle Bachelet. Ecuador y Bolivia estaban liderados por los también izquierdistas Rafael Correa y Evo Morales, respectivamente y en Perú el nacionalista Ollanta Humala. El chavismo y el castrismo ya estaban instalados en Venezuela y Cuba.

Y fuera de ese mapa y a modo de ejemplo, en Estados Unidos aún estaba Barack Obama y en El Salvador, hoy emblema de mano dura con Nayib Bukele al frente, gobernaba el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén.

Ahora, el panorama es diferente. Y aunque en Brasil, México o Uruguay no gobierna la derecha, vemos un continente mucho más azulado. Más a la derecha de la derecha tradicional.

El libertario Milei, que tiene en “zurdos de mierda” una de sus más célebres frases, llegó al poder en Argentina a finales de 2023 tras el mandato del peronista Alberto Fernández. Y Kast sustituirá en Chile al progresista Gabriel Boric desde el 11 de marzo. En Perú, Ecuador y Bolivia gobiernan, por orden, los centroderechistas José Jerí, Daniel Noboa y Rodrigo Paz. Y la gran incógnita es qué pasará en las elecciones de este año en Colombia, Perú y Brasil.

“En América Latina en las últimas décadas han existido olas de izquierda y de derecha. La región se caracterizó por una gran ola de centro-derecha y derecha fundamentalmente neoliberal en la década de los 90″, dice a RTVE.es Anabella Busso, profesora de política internacional de la Universidad Nacional de Rosario, en Argentina. Y recuerda que la gran crisis del neoliberalismo de los 90 -con el ‘efecto Tequila’ de México de 1994, la crisis Caipirinha de Brasil en 1999 o el corralito de Argentina en el 2001- desembocó en la “marea rosa” de izquierdas a comienzos del siglo XXI.

Pero esa etapa, que en Argentina el kirchnerismo llamó “la década ganada“, igual que llegó, se fue, para dar paso a otra ola de derechas -con Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia y Jair Bolsonaro en Brasil-, que, con un nuevo pero breve paso de la izquierda -con Fernández en Buenos Aires, Lula en Brasilia, Boric en Santiago y Petro en Bogotá- fue antesala de las “derechas extremas” que irrumpen ahora.

Estos bandazos y, particularmente, el éxito del ultraconservadurismo actual en la región no tienen una explicación sencilla. “Es una tendencia en Occidente que abarca no solo América Latina, sino también el caso de los Estados Unidos y de países europeos. Marcaría también una profunda crisis de la política y de los partidos tradicionales en todos los países”, agrega Busso.

“También hay un fuerte desencanto en muchos países con los escenarios de violencia, la presencia del crimen organizado, eso ha explicado el triunfo de la derecha y su consolidación, por ejemplo, en el caso de El Salvador, que es quizás el el más típico en ese sentido”, relata.

A esto se suma que, en su opinión, el progresismo, aunque durante la marea rosa condujo a mejoras importantes como una disminución de la pobreza, “no logró sembrar y consolidar cambios de tipo estructural en la región que permitieran el ascenso social y la mejora de muchos sectores que pudieran permanecer en esa condición”.

Entonces, hay un corte etario que ya no tiene recuerdo de esa etapa que ha recibido muy mala prensa. Ese es otro factor: los medios de comunicación y las redes sociales operan extremadamente a favor de las derechas extremas en América Latina“, subraya la analista.

Moviendo el avispero

El triunfo de Kast ha caído como una losa entre los líderes de izquierda de la región, con reacciones que van desde la tensa cautela mostrada por la mexicana Claudia Sheinbaum y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva al confrontamiento directo de Petro —”jamás le daré la mano a un nazi”, llegó a decir de Kast— o, más aún, del venezolano Nicolás Maduro.

Sheinbaum felicitó al mandatario electo por sus redes durante la misma noche electoral y al día siguiente no dudó en definir su victoria como “un momento de reflexión para los movimientos progresistas en América Latina de por qué se dan estas circunstancias“.

“Yo creo que esto no se va a dar en México, porque hay mucho apoyo popular al Gobierno, porque estamos cumpliendo”, apuntó la mandataria, que ya el martes se mostró crítica con el apoyo que Kast muestra al legado pinochetista.

Lula, por su parte, deseó “éxito” al presidente electo “en el desempeño de su futuro mandato”, y llamó a trabajar, entre asuntos, por “el mantenimiento de América del Sur como zona de paz“. Y esto no es cuestión menor en medio de la escalada de tensiones en el Caribe, donde Washington ha asentado ante las costas venezolanas, su mayor despliegue militar en décadas, que el propio Kast ve con buenos ojos.

Precisamente Maduroentre las cuerdas por la presión de Estados Unidos, que le acusa de liderar una organización narcoterrorista, ha echado ya mano de su habitual verborragia y ha advertido a Kast que evite meterse con los migrantes venezolanos en Chile.

“Usted podrá ser pinochetista convicto y confeso, pero cuidadito le toca un pelo a un venezolano, los venezolanos se respetan. ¡Cuidadito! Escúcheme bien, oyó, que el que se mete con Venezuela se seca y usted se puede secar aceleradamente, señor Kast”, aseveró en su propio programa de televisión, en el que alertó del “nazifascismo” pretende “imponerse otra vez” en Chile.

“Dios, la patria y la familia”

Un ultraderechismo en alza en gran parte del mundo pero con perfiles y motivaciones de sus electorados muy diferentes entre en Europa y Latinoamérica e incluso entre la misma región.

“Yo diría que Kast no es Milei, tampoco es Bolsonaro en su momento, tampoco es Trump. Tampoco (Nayib) Bukele. No tenemos el nivel de inseguridad que tenía El Salvador o el nivel de crisis económica y de hiperinflación que tenía Argentina. En consecuencia, Kast tiene un liderazgo bien particular en ese sentido. Es un líder conservador desde el punto de vista de lo valórico, pero en esta campaña no enfatizó esos temas, se centró en la seguridad y en hacer crecer la economía”, explica Andrés Dockendorff, profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

Las menciones a “Dios, la patria y la familia” son tónica general en muchos de los nuevos líderes latinoamericanos, que encomiendan al ser supremo el devenir de sus mandatos.

“Nada sería posible si no tuviéramos a Dios. Y eso es algo que no podemos dejar de reconocer. Nada ocurre en la vida para los que somos de fe que no sea en relación directa con Dios”, expresó Kast, padre de nueve hijos y vinculado al movimiento católico Schoenstatt, al conocerse su victoria.

En noviembre asumió el poder en Bolivia Rodrigo Paz jurando por “Dios, patria y familia”. Y antes, en 2023, el propio Milei eligió la fórmula “por Dios y por la patria, sobre estos santos evangelios” al asumir como mandatario.

“Hay sociedades que son más o menos religiosas y este tipo de candidatos apelan a eso”, señala Dockendorff, pero descarta que la religión sea ahora determinante en cuestiones electorales en Chile, Argentina o Bolivia. Como sí lo son las crisis económicas y de seguridad.

Para Busso, las diferencias más importantes entre los líderes de extrema derecha es que, en el caso de los europeos, tienen un componente nacionalista y proteccionista desde el punto de vista económico mientras que los latinoamericanos la perspectiva económica predominante sigue siendo neoliberal y de achicamiento del Estado. “El elemento aglutinador es el elemento de la batalla cultural, el planteo civilizacional de defender la civilización occidental y de presentarse todas estas fuerzas que constituyen, digamos, una internacional reaccionaria como los únicos garantes de la defensa de Occidente”, enfatiza.

“Las juventudes se prenden mucho en esto porque no se sienten representadas por la clase política tradicional, porque sienten que no tienen mejoría económica, que su inserción laboral es de subsistencia y que no habilita posibilidades de progreso, que la idea de tener una vivienda propia es una idea lejana. Eso pasa en los casos europeos y pasa también en el caso latinoamericano, donde además la situación de infraestructura, las condiciones salariales, los niveles de pobreza son mucho más altos. Y ahí prende la idea de… ‘sálvese quien pueda’, predominio del individualismo sobre lo colectivo”, sentencia.

Alianza de motosierras

El presidente argentino ha sido este martes el primer vecino a quien ha visitado Kast en su primer viaje internacional como presidente electo. En la Casa Rosada, en Buenos Aires, la alianza de dos de los principales países del Cono Sur quedó plasmada con una foto motosierra en mano (herramienta con la que Milei representa los recortes en el gasto público) y con ella se sella la nueva era ultraderechista de la región.

“Los principios rectores que guiarán esta nueva etapa del relacionamiento bilateral serán, ante todo, la defensa de la libertad, la vida y la propiedad privada, en un espíritu de cooperación y confianza mutua, y con la decidida voluntad política de inaugurar un camino sostenido de crecimiento para ambos países y de mayor seguridad en la región”, señaló la Presidencia Argentina.

Un cónclave en el que al nuevo líder chileno no le tembló el pulso al asegurar su apoyo a una eventual intervención de Estados Unidos en Venezuela para resolver “problemas” en una situación “puntual generada por un narcodictador“, en referencia a Maduro.

A lo largo de los años, Kast, que ya se había presentado sin suerte a las presidenciales de 2017 y 2021, ha mostrado abiertamente su oposición al matrimonio igualitario y al aborto. Aunque con un perfil mucho menos agresivo y más dialogante que Milei, quien en numerosas ocasiones ha vociferado contra el feminismo y las políticas de género.

La sombra de Trump

Mientras estrecha el cerco y la amenaza militar a referentes de izquierda como Maduro y Petro por sus presuntos vínculos con el narcotráfico, Trump brinda abierto apoyo a referentes de la nueva derecha latinoamericana. En Argentina y ante una eventual derrota de Milei en las elecciones legislativas de octubre pasado, el mandatario republicano vinculó la continuidad del apoyo económico estadounidense al país sudamericano a la victoria del libertario. “Eso generó mucho miedo de que estallara la economía y tuvo una influencia notoria a favor de Milei”, indica Busso.

Y en Honduras, por ejemplo, no dudó en pedir el voto a bombo y platillo, pocos días antes de las elecciones, por el conservador Nasry Tito Asfura, del Partido Nacional, la misma agrupación política del exmandatario Juan Orlando Hernández, condenado en 2024 a 45 años de cárcel en Estados Unidos y a quien Trump decidió indultar en la víspera de los comicios. Casi tres semanas después de las elecciones, aún no hay ganador y la tensión reina en el país centroamericano, donde la izquierdista Xiomara Castro denuncia “un golpe” y la “descarada intervención” del estadounidense.

Para la profesora argentina, el republicano ha decidido aplicar un ‘revival’ de la Doctrina Monroe (dictada en 1823 para consolidar la influencia de EE.UU. en el continente americano) en un ‘corolario Trump’, donde se plantean reclutar a países que sigan a su Administración y “coercionar” a aquellos que no lo siguen para consolidar el poder de Estados Unidos en el continente y limitar así la influencia de países no hemisféricos, fundamentalmente China, pero también Rusia o Irán.

“La situación es efectivamente muy complicada, muy difícil para América Latina, que no pasa su mejor experiencia económica, que tiene una fuerte crisis de representatividad política, que tiene una fuerte injerencia de los Estados Unidos en la vida política doméstica de cada uno de los estados, incluidos sus procesos electorales, y que además ha sido planteado como el último bastión de disputa de influencia entre la República Popular China y los Estados Unidos”, concluye Busso.

Compartir
Editor
Editor